Jugar a las escondidas,
verse de rodillas frente al barro,
meter los pies en la nieve artificial
de la espuma.
Subir a los árboles más altos,
rescatar de las ramas los nidos vacíos,
recolectar moras y hacer nichos de cristal
en el borde aéreo de sus raíces.
Jugar al balón en el patio,
orinar en los jardines recién regados,
cortar la cola de las lagartijas
y robarles sus alas transparentes
a las moscas.
Nadar en el mar amarillo de las eras,
narrar allí cuentos fantásticos
al arrullo de las mieses y la noche.
En las orillas de un río pedregoso
desnudarse sin miedo y mostrar
el cuerpo núbil y elástico,
la tersa piel sin maca ni cicatrices
en las secretas horas del verano.
Dejar al niño entre las arboledas
de una primavera adolescente
y despertarlo en esta ciudad de turbios otoños.
Aprender a refugiarse del crudo
invierno de la vida
y descubrirse hombre que escribe versos,
resuelve crucigramas,
repara sus lánguidos sueños
y adiestra incertidumbres.
(Poema finalista en el VI Día Internacional de la Poesía de Segovia 2015)
No debiera ser así la vida,
con sus muertos sin remite,
sus ciudades sitiadas,
sus incendios inabarcables,
las sombras que cobijan sombríos
hombres sin alma.
No bebería ser la vida
este refugio de nómadas sin camino,
de estercoleros repletos
de manos infantiles,
del perfume corroído en su respiración
de niños sin futuro.
No debería la vida
hacer tanto estrago
en las filas desalojadas
de los sin techo,
sin trabajo,
sin agua,
sin pan,
sin vida.
No debería estar la vida
haciendo huecos fríos
en las simas alocadas de un mar
venenoso,
de sus orillas infectadas
de pateras y cadáveres,
cuerpos ebrios de sal
y melancolía.
No es justo que la vida
se apoye en los pliegues
de las tormentas
y construya sus escombros
en los barrios ateridos
de la pobreza,
o que inunde las selvas
de fusiles y machetes
sobre las espaldas de niños
sin pudor ni conciencia.
No es mínimamente correcto
que la vida
ande secándole las vísceras
a los suicidas,
a las madres golpeadas,
a los hombres sin papeles
y a los papeles sin hombres.
Que regurgite sus tristezas
en las casas vacías,
en los rincones con cajeros
automáticos,
o en las ambulancias
con metadona
y nocturnos rugidos.
No debiera la vida
sembrar sus lacayos
en las esquinas del miedo,
regar sus miserias
entre las precisas manos
de los francotiradores
en ciudades bombardeadas.
No debiera la vida
seguir bebiendo
tanta muerte,
seguir alimentándose
de todo ese dolor encrespado
que eriza el vello de las nucas,
que levanta las heridas
y deja profundas cicatrices
en los ajados pétalos del mundo.
No debería la vida
ser tan inconsciente,
tan pusilánime,
tan canalla,
hipócrita,
tan hija de puta.
Voces del Extremo. Logroño 2015
“Poesía antidisturbios”
2º clasificado en el IV Día Internacional de la Poesía de Segovia (23/03/2013)
Breves palabras me buscan este día
en que extraño la fiereza ancestral de tu boca,
esta mañana que la luz ha penetrado
fugaz por las rendijas de la ventana
y ha posado su fulgor de polvo transparente
sobre el regazo azul
y cálido de las sábanas.
Tenues palabras me persiguen
con la codicia de un poema nuevo,
de estrofas entrelazadas,
mientras cabalga el día entre mis manos
y escucho las canciones que en la cocina
siseas cuando amasas la ternura
y condimentas el amor a fuego lento.
Viene hacia mí el poema desbocado,
con afán de conquista y de lujuria.
Escucho tus pasos que se acercan
y un perfume a canela y membrillo
invade la estancia lentamente,
tocas mis cabellos y sonríes,
mientras tu mirada sobrevuela las palabras
dejando entre sus líneas migajas de pan
para que no me pierda,
para que sepa regresar a tus abrazos
cuando la noche invada el territorio
y abandone los versos en tu vientre.